Hace una década, las chimeneas dejaron atrás el uso de leña. Hoy, además de no necesitar la pared, combinan diseño y ecología.
FOTOGRAFÍA Cortesía Safretti
Desde hace aproximadamente una década las chimeneas se reinventaron y dejaron la leña para usar electricidad. Ahora surge una nueva propuesta más amigable con el medio ambiente. Las nuevas chimeneas que funcionan con bioetanol –alcohol que proviene del maíz, las habas de soya o la caña de azúcar–, que no contamina y tiene un costo similar al de la leña.
“No requieren instalaciones especiales (ni de gas ni eléctricas) y por ello no demandan tiro de ventilación. Son de fuego real y pueden ser utilizadas tanto en interiores como en exteriores por su estilo decorativo”, explica el arquitecto Roberto Duarte, quien, en 2008, junto con Vanessa Patiño y Rubén Mizrahi, se alió con Freddie Dieperink para crear Elemento 3, una comercializadora de los productos de la famosa compañía holandesa Safretti, una de los pioneras en chimeneas ecológicas de alto diseño.
Safretti tiene en su portafolio grandes diseñadores, entre ellos, Jort Mercuur, quien creó su propia firma Merausteen y amuebló el museo del Mirador en Heerenveen (Países Bajos), con mobiliario (de su propia creación) en aluminio.
La emisión de gases que se desprenden por la combustión es prácticamente puro vapor de agua y las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) que generan son equivalentes a las de dos velas medianas.
No producen monóxido de carbono, stockósido ni aldehído, ya que estas sustancias son emitidas cuando la combustión supera los 700ºC y estas chimeneas realizan la combustión por debajo de 400ºC.
La mayor innovación de estos artefactos es que proporcionan una llama que sale directamente desde la caja metálica en la parte inferior de la estructura, lo que da como resultado un diseño estilizado que al mismo tiempo genera calor y se puede utilizar en interiores y exteriores.
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