¿Por qué algunos de nosotros nos encanta escuchar música triste, mientras que otros lo odian?
Según David Huron, de la escuela de música de la Universidad de Ohio, la gente que disfruta escuchando música triste lo que realmente está experimentando son los efectos consoladores de la prolactina, una hormona que está asociada con el embarazo y con la lactancia pero que el cuerpo también libera cuando estamos tristes o depresivos, y que nos ayuda a sentirnos mejor. La gente que no soporta escuchar música triste, según Huron, no segrega altos niveles de prolactina al escuchar este tipo de música, por lo tanto lo único que consigue es sentirse aún más triste, pero ni rastro de nada reconfortante.
Para realizar estas afirmaciones, el profesor Huron realizó una serie de experimentos en los que comparó los niveles de prolactina en gente que disfruta con la música triste con los de aquellos que no. El estudio consistió en tomar muestras de sangre de sujetos mientras escuchaban música triste, no escuchaban música, o escuchaban música alegre, y medir los niveles de prolactina que tenían en su organismo en situación de reposo y al estar escuchando un tipo de música determinado.
Según los investigadores, lo que ocurre en las personas al escuchar música triste es que las estructuras subcorticales responden empatizando con la tristeza, y realmente estas personas acabansintiendo tristeza. Esto provoca que se libere la prolactina, lo que genera una reacción reconfortante de consuelo. Además, se suma el hecho de que la tristeza que estás sintiendo no es por una desgracia real, si no por una canción, por lo tanto la parte consciente del cerebro manda señales a la parte subcortical diciéndole que realmente no pasa nada, que no hay necesidad de sentirse triste, con lo que se acaba desactivando esa sensación. Como consecuencia, al final del día tendremos la liberación de la prolactina y falta de dolor psíquico real, con lo que realmente tendremos una sensación global positiva.
La música como adicción
Otro efecto que se estudia en relación con la música es el fenómeno conocido como escalofrío musical, los escalofríos o estremecimientos que la música puede hacernos sentir cuando nos emociona profundamente. Valorie Salimpoor, estudiante de doctorado del Instituto de neurología de la Universidad de Mc Gill en Montreal, publicó un estudio en la prestigiosa revista Nature Neuroscience en el que demostraba que este efecto era producido por la liberación de dopamina, el neurotransmisor responsable del placer que sentimos cuando hacemos el amor o tomamos una buena comida.
Según los autores, cuando la dopamina es liberada, los comportamientos que la producen son reforzados y se continúan haciendo. Son las mismas bases que regulan la adicción a las drogas, el amor o la ingesta. Este sistema existe para regular conductas que son básicas para la supervivencia –el sexo o la ingesta- y por eso se dice que son adaptativas. La música activa también estos sistemas, y esto posiblemente sea debido a que evolutivamente la música siempre se asoció con tareas grupales y el hecho de estar en grupo era vital para la supervivencia de nuestros ancestros, por lo tanto, la música ayudaba a que se mantuviese el grupo haciéndonos sentir placer y enganchándonos al proceso. Pensad en los cantos religiosos…
Salimpoor y sus colaboradores estudiaron mediante qué mecanismo la música activa esta intensa sensación emocional, la cual causa cambios en el pulso, el ritmo cardíaco, la respiración y temperatura corporal, y si la liberación de dopamina era suficiente para provocar todo el proceso.
Los participantes en el estudio revelaron cuáles eran las canciones que más los emocionaban. La más común fue Adagio para cuerdas de Samuel Barber. Otras piezas que fueron seleccionadas como muy emotivas fueron Mishima de Philip Glass, Misty de Joe Pass o Moby Dick de Led Zeppelin.
Posteriormente fueron sometidos a un PET (tomografía por emisión de positrones) mientras escuchaban la música que los emocionaba. Los investigadores observaron que la dopamina liberada se unía a sus receptores cerebrales en elnúcleo caudado –una zona del cerebro relacionada con la predicción- y el accumbens –relacionado con la emoción-. Los momentos en los que los participantes reportaron sentir la máxima emoción fueron cuando estaba a punto de producirse el éxtasis de la pieza musical y cuando realmente sentían un estremecimiento. De esta manera demostraron que sí era la dopamina la responsable de esas sensaciones pues los núcleos cerebrales a los que se unía estaban implicados en la predicción y la emoción.
Aunque la música sea en cierta manera “adictiva” no quiere decir que sea mala, más bien al contrario. Es una adicción que tiene muchos efectos beneficiosos: además de los efectos de formación y consolidación de grupo que tanta importancia han tenido en nuestra historia evolutiva y que –de alguna manera- siguen ejerciéndolo en nuestros días, existen estudios que demuestran que la música es beneficiosa para pacientes de Parkinson, los cuales tienen niveles anormalmente bajos de dopamina. Para estos pacientes, el hecho de escuchar música puede incrementar la cantidad de dopamina en sus cerebros y aliviar los síntomas de su enfermedad.
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