Oscar Schindler era un hombre de negocios alemán que gracias a su fábrica salvó más de mil 200 vidas durante el holocausto. Los sucesos, (aunque no muy precisos en el filme según historiadores) se conocen mundialmente por la adaptación cinematográfica de Steven Spielberg.
Gilberto Bosques fue un profesor, periodista, político y diplomático mexicano salido de la Revolución e integrante y actor importantísimo de la vida política post revolucionaria al lado del General Lázaro Cárdenas.
Fue parte de esa generación de políticos mexicanos humanistas para quienes el sentido de justicia alcanzaba el grado de un llamado divino que debían promover y defender hasta con la vida.
No por nada, después de ser cónsul en Francia y romper relaciones con el gobierno francés de Vichy (la llamada Francia No Ocupada), el consulado mexicano en Marsella (donde vivía con su familia y albergaba cientos de refugiados tanto de la Guerra Civil española como de la Segunda Guerra Mundial) fue tomado por asalto por la Gestapo.
Tanto a Bosques, como al resto de quienes habitaban ahí, se les envió a Alemania recluyéndolos en un “hotel prisión” en el pueblo Bad Godesberg.
Ahí, como prisionero, dejó cuenta de su calidad humana, de su congruencia absoluta con la libertad, la ley y la justicia y su valentía a prueba de todo.
Éstas fueron sus palabras frente a esa experiencia:
"Le manifesté (al oficial alemán a cargo) que todo el personal mexicano se sometería al reglamento que acababa de leernos, porque México estaba en guerra con Alemania y por ello éramos prisioneros de guerra. Que podía estar seguro de que no pediríamos ninguna excepción, ninguna gracia sobre esas disposiciones, pero que tampoco aceptaríamos ningún trato vejatorio, como acostumbraban ellos con los prisioneros”.
Gilberto Bosques fue un profesor, periodista, político y diplomático mexicano salido de la Revolución e integrante y actor importantísimo de la vida política post revolucionaria al lado del General Lázaro Cárdenas.
Fue parte de esa generación de políticos mexicanos humanistas para quienes el sentido de justicia alcanzaba el grado de un llamado divino que debían promover y defender hasta con la vida.
No por nada, después de ser cónsul en Francia y romper relaciones con el gobierno francés de Vichy (la llamada Francia No Ocupada), el consulado mexicano en Marsella (donde vivía con su familia y albergaba cientos de refugiados tanto de la Guerra Civil española como de la Segunda Guerra Mundial) fue tomado por asalto por la Gestapo.
Tanto a Bosques, como al resto de quienes habitaban ahí, se les envió a Alemania recluyéndolos en un “hotel prisión” en el pueblo Bad Godesberg.
Ahí, como prisionero, dejó cuenta de su calidad humana, de su congruencia absoluta con la libertad, la ley y la justicia y su valentía a prueba de todo.
Éstas fueron sus palabras frente a esa experiencia:
Gilberto Bosques falleció en 1995, a sus 103 años. Quienes le conocieron, aseguran que se sentía satisfecho con lo que hizo, lo consideraba algo que le había tocado hacer, jamás le gustó ser el centro de atención y prefería trabajar y ayudar que destacar o hablar.
Dicen también que cuando murió, fue como si él lo hubiera decidido. Claro y tranquilo de su labor y de su tiempo en esta vida.
El 4 de junio de 2003 el gobierno austriaco impuso a una de sus calles, en el Distrito 22 de Viena, el nombre Paseo Gilberto Bosques.
Este 27 de mayo la cineasta Lillian Lieberman estrena Visa al Paraíso, un profundo y emotivo documental sobre Gilberto Bosques, a quien conoció y entrevistó en múltiples ocasiones con la finalidad de contar su excepcional historia.
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