Todo parte de la enorme necesidad de intervenir la pequeña capilla católica y vernácula ubicada en la zona sur de la ciudad, edificio que por sus múltiples deficiencias funcionales y problemas constructivos hacían de él, una pieza progresivamente menos útil.
El proyecto a pesar de su poca superficie estuvo sumergido en grandes retos, mismos que se fueron dando ante las expectativas del cliente, y quien principalmente demandaba la búsqueda de una pieza que se interpretara como icono de la zona, además de expresar carácter contemporáneo, mismo que friccionaba con el entorno conservador que abrigaba al edificio. La estructura existente también agravaba la situación, debía ser respetada a medida de lo posible. El acceso principal dando frente a la puesta solar debía mantenerse por cuestiones sagradas y espaciales. Finalmente se optó por un proceso de diseño particular, donde se desfragmentó toda la información existente para posteriormente volver a unirla pieza por pieza con su respectiva solución. Dando como resultado el cumplimiento satisfactorio de todas estas expectativas esperadas.
En cuanto a la morfología del edificio se da a partir de toda esta desfragmentación mencionada y ante la búsqueda de una arquitectura racional y depurada, que exprese carga emocional e intensifique el análisis puesto en cada pieza, antes de expresar manufactura en ella.
En el análisis solar se propuso un grupo de puertas con capacidad de girar 360 grados, y que funcionan como un sistema de persianas. Logrando de esta manera controlar la entrada directa de los rayos solares al recinto en horas no deseadas. También se implementó este sistema en un juego de muros en el salón de uso múltiple para no permitir que el poniente nos afecte.
Al fondo de la capilla se propuso un cubo de luz, que además de sus funciones bioclimáticas aumenta la luminosidad en el tablero, dejando al altar como protagonista del espacio.
Referente a la integración del edificio, se propuso la pureza y belleza profunda del blanco, mas sin embargo se necesitaba algo más rico en textura y color, así que se buscó en la composición del entorno, y se terminó escuchando la voz de un espectacular acueducto con piel pétrea que se encontraba a escasos 100 metros del edificio. Así que dotamos de esta misma piel a nuestro proyecto, mejorando así sustancialmente el dialogo entre ambos lenguajes disputados.
Los problemas de integración entre ambos lenguajes no solo se dieron en el exterior. En el interior se encontraba una figura religiosa llamada “virgen del sagrario”, quien necesitaba reposar en un cuerpo coherente y contemporáneo a su concepción, para lo cual se diseñó un altar que estuviera hecho con material pétreo, resistente y duradero, preferentemente cantera. Y el cual debía mantener un estilo conservador y ornamentado. Haciendo juego cuidadoso entre plafones, material del tablero y repisas de santos laterales fue como se logró enmarcar y equilibrar la integración del altar al resto del espacio.
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