En marzo, en un supermercado en la ciudad de México, el arquitecto Fernando Romero miraba tras los compradores de la portada de la revista Quién .
A su derecha se encontraba el paraboloide brillante de su último proyecto, el Museo Soumaya en la ciudad de México y sobre ella un titular que decía:
"Soumaya de Slim: Cómo Fernando Romero realizó el sueño de su suegro."
Es Slim como Carlos Slim, el hombre que el año pasado sustituyó a Bill Gates como la persona más rica del mundo. El Museo Soumaya, nombre de la
fallecida esposa del multimillonario de telecomunicaciones, se erige como un monumento enigmático, como ninguna otra cosa en las calles de la ciudad
de México. Pero aunque sea el "Sueño" de Slim, el diseño es muy Fernando Romero. Un alumno de Jean Nouvel así como de Rem Koolhaas, el arquitecto
fundó su propia firma hace 12 años a la edad de 28 años, y hasta la fecha, Fernando Romero Enterprise (FREE) ha realizado alrededor de 25 proyectos.
El Pariente y cliente de Romero es también el coleccionista de arte más grande del país, y durante los últimos 17 años las obras han estado en
exposición en un museo improvisado en la parte sur de la ciudad. Hace cuatro años, el conglomerado de Slim, Grupo Carso, adquirió un paquete
de 12 hectáreas cerca de la esquina de Presa Falcón y Miguel de Cervantes, en aquel entonces un patio industrial polvoriento, hogar de una
fábrica de neumáticos. Hoy, bautizada Plaza Carso, es un distrito de Torres de oficinas modernas y plazas públicas, todo planificado, y la mayoría
de los nuevos edificios fueron diseñados por Romero como un escenario para Soumaya.
El arquitecto estaba familiarizado, por supuesto, con la colección que el Museo iba a albergar, incluyendo el mayor número de obras del escultor
Auguste Rodin fuera de Francia, pero eso fue todo con lo que él y su equipo tuvieron para empezar. Cuando el despacho recibió la encomienda,
"no nos fue dado un programa museológico," dice Laura Domínguez, que supervisa la realización de los interiores del edificio en colaboración con
el diseñador Andrés Mier y Terán. "Todos sabíamos que era una galería de seis pisos y 16,000 metros cuadrados así como el sitio del Museo tenía
que encajar en el plan maestro que la firma estaba concibiendo para la Plaza Carso". Incluso hasta la semana antes de que las puertas se abrieran
al público, los organizadores del Museo estaban ensamblando su misión curatorial, lo que iría dónde y por qué.
Como consecuencia, sin duda, de esta agenda abierta, el desarrollo del edificio procedió desde el exterior hacia adentro. Experimentando con
diferentes conceptos formales - cubos apilados y cuñas sesgadas y amontonadas estuvieron entre los esquemas considerados y desechados
- los diseñadores se decidieron por una configuración familiar para el despacho. En 2005, FREE presentó una propuesta para una torre de referencia
y observación para los Juegos Olímpicos de Beijing: un hongo emergiendo como un edificio, la estructura de la cual serviría como una pantalla dinámica
para imágenes digitales que podrían rodar y desplazarse a través de su superficie. Ese proyecto no se concretó, pero su esquema de paraboloide hiperbólico
fue, con un pequeño ajuste del cinturón, la envolvente básica para Soumaya.
Es una forma que sin duda se destaca en lo que sigue siendo una parte muy tosca y humilde de la ciudad. Un tren de carga, con destino a una fábrica
de pan a la vuelta de la esquina, todavía tiembla a deshoras a pocos pasos de la entrada principal; el lote adyacente está ocupado por un Costco.
Como un artefacto urbano, el Museo es un poco de esfinge, su retórica intencionalmente obtusa; pero el diseñador rápidamente admite que el simbolismo
convencional no estaba en su agenda. "Cuando haces un proyecto conceptual [como Beijing], estás ejerciendo un cierto empuje - realizas un descubrimiento,
y luego se repite," dice Romero.
Existe, sin embargo, una definitiva referencia para Soumaya - el Museo Guggenheim de Frank Lloyd Wright en Nueva York. Romero despliega una secuencia
casi idéntica de rampas interiores, aunque aquí están destinadas únicamente a la circulación, no para la exposición: los pisos abiertos, interrumpidos sólo por
una única columna inclinada, se utilizan como flexibles salas de exposiciones de pintura y escultura. En parte esto parece un correctivo al enfoque de Wright,
dado que la idoneidad de sus rampas para ver el arte siempre ha sido cuestionada; sin embargo Soumaya carece de la unidad y la abundante luz natural del
Guggenheim, dividida como lo está en sofocantes compartimentos. En cualquier caso, en la elección de un modelo, Romero no podría haber escogido un mejor
ejemplo que uno de los museos más famosos del mundo.
Pero hay otra pista visual que también puede leerse como una clave para el diseño. Es lo primero que los visitantes se encuentran a su llegada:
El Pensador de Rodin, sentado sólo en el amplio atrio de la planta baja del Soumaya. El perfil robusto y torcido de la escultura, posando entre
el pensar y la acción, parece una sinécdoque bastante obvia para el fornido edificio en que se encuentra.
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