Detalle fachada Rafael Moneo
Unos días después de adentrarme en el país de las maravillas de Bofill, recibí una invitación de la Cambra Serveis Professionals para conocer la sede corporativa del grupo Puig en Barcelona. GCA Arquitectos, Tècnics G3 y COMSA iban a explicarnos el proceso proyectual que duró un total de casi tres años. A priori, las visitas de carácter puramente técnico tienden a aburrirme, pierdo pronto el interés y desconecto si no descubro una fibra algo más cálida enhebrada dentro del denso tejido de números presupuestarios o palabras administrativas.
En esta ocasión, sin embargo, no dudé en acudir porque si hay algo sugerente y misterioso, eso es el mundo de la moda combinado con el de las fragancias. Poner un pie dentro de una multinacional familiar como Puig fundada hace hoy un siglo, que se comercializa en 130 países, emplea a más de 4,100 personas y cuya facturación ascendió el año pasado a 1.499 millones de euros, 176 millones de ganancias netas, es algo que no se puede hacer todos los días.
La inauguración oficial de la torre, que contó con numerosas personalidades entre las cuales estaban los Príncipes de Asturias, se hizo coincidir con la presentación de los exitosos resultados económicos al tiempo que se celebraba el primer centenario de vida de la empresa, convirtiendo así a esta construcción de 100m de altura en un emblema, en la guinda perfecta de un apetitoso pastel.
Ubicado en la plaça Europa de l’Hospitalet de Llobregat el edificio tiene 22 plantas, 14,000m2 sobre rasante y 9,800m2 bajo rasante, y se le conoce con el nombre de Torre Puig. El proyecto lleva la firma de Rafael Moneo y Lucho Marcial, junto con GCA Arquitectos que es el encargado del diseño de todos los edificios Puig del mundo. El propietario es CX Inmobiliaria, filial de la entidad bancaria Catalunya Caixa, y ha invertido más de 40 millones de euros. Puig ha implantado allí su actividad mediante un contrato de arrendamiento de 7 años con opción a compra. Con todos estos datos, conocer su funcionamiento interior iba a resultar muy atractivo.
Visitamos 6 niveles (PS, P18, P11, P9, P3, P2, P1 y PB) moviéndonos por el interior de su espina dorsal, un imponente núcleo vertical de 130m2 con 2 escaleras y 5 ascensores, sin botonera interior, que se mueven a una velocidad de 5m/s. Su uso se gestiona mediante los paneles táctiles exteriores y/0 las tarjetas personales. Accedes por el torno y el edificio ya sabe dónde tiene que llevarte.
La fachada, tras las características tiras de vidrio inclinadas 15º que se ven desde el exterior, sigue una pauta modular de 2.70mx270m que desde el interior se traduce en vidrios de esas mismas medidas y cartelas dobles de unión para mantener el concepto de módulo. La altura libre interior también es 2.70m.
Cartela doble de unión entre las dos capas de fachada
El conjunto de la intervención no deja nada al azar, la iluminación, la acústica, la temperatura, la humedad, incluso la cantidad de dióxido de carbono, están sujetos a un riguroso control domótico. Todo es perfecto y su ejecución técnica es impecable, por ello no es de extrañar que haya entrado a formar parte del selecto club de los 9 edificios de oficinas en España que han obtenido la calificación LEED GOLD.
Fue gracias a esto, porque no había nada fuera de lugar, porque me vi libre de toda distracción, cuando tomé conciencia de una cosa, el edificio que estaba recorriendo olía muy bien. No sabría describirlo, era un olor agradable, como a fresco y limpio. La experiencia arquitectónica personal de una construcción se filtra por la vista a través de los ojos, por el tacto a través de la piel, por el sonido a través del pabellón auditivo pero también por el olfato a través de las fosas nasales. Y es justamente este último sentido, de los cinco con los que percibimos la realidad, el que posee más memoria!
En la famosa novela del escritor alemán Patrick Süskind: Das Parfüm, die Geschichte eines Mörders (El perfume: historia de un asesino) aparece la frase “El alma de los seres, es su aroma”. Tal vez la esencia de la arquitectura se deba también en parte a su fragancia y con el tiempo aprendamos a potenciarla. Los materiales emanan olores, el hormigón, el acero, el ladrillo, el mortero, el yeso, la madera… y durante la ejecución de las obras se respira su mezcla. Ese aroma poco a poco se va extinguiendo, diluyendo con el aire del entorno pero tal vez interese intervenir en ese proceso.
¿Cómo debía de ser estar dentro del Petit Cabanon?
Por su ubicación y sus acabados, deduzco que las vistas debían de ser increíbles, el tacto lo supongo cálido, imagino el sonido de un tren de vez en cuando y el aire que se respiraba con aromas a mar, a sal, a eucaliptos, a limoneros, a acantos, a aloes, a madera, a pintura y, en ocasiones, a comida, la propia, la del restaurante anexo o ambas simultáneamente. Esta diminuta cabaña debió de ser un enclave especial para Le Corbusier, un frasco de dimensiones mínimas donde sólo cabía lo esencial, el elixir de la vida.
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