“Ha sido una buena vida”: 10 grandes momentos en la vida de Isaac Asimov


Rowena
ROWENA
Sí. En el último tiempo he escrito bastante aquí sobre Asimov y no es algo casual. Acabo de terminar de leer su autobiografía editada por su viuda Janet, “It’s been a good life“, y -como la mejor de sus obras- fue un libro que me conmovió profundamente.
Me siento identificado con gran parte de la vida de quien es, sin duda, mi autor favorito junto a Arthur Conan Doyle. Comparto su pasión por la ciencia y la tecnología, su necesidad imperiosa de escribir diariamente y su filosofía humanista, que deposita en el ser humano toda esperanza futura.
Así que para honrarlo hoy, 6 de abril, a 22 años de su muerte, compilé algunos de los pasajes que más me llamaron la atención del libro, demostrando la agudeza, humor o emotividad de Asimov.
Espero que las disfruten tanto como yo.
1. ¿Usted cree en Dios?
En 1969, durante el lanzamiento de su libro “Una Guía para la Biblia“, Isaac Asimov participó en el entonces popular programa de entrevistas televisadas de David Frost.
Durante su charla el presentador -practicante metodista y consciente del ateísmo del escritor- quiso ponerlo en aprietos y le preguntó sin preámbulos:“Doctor Asimov, ¿usted cree en Dios?”.
Sabiendo que en aquella época responder directamente “no” podía generar gran controversia, pero aún así incapaz de mentir, Asimov comenzó a juguetear con su interlocutor mientras buscaba una manera de resolver el asunto.
- “¿En quién”, respondió.
- “Vamos, doctor Asimov, usted sabe bien a quien me refiero”, replicó Frost algo impaciente. “¿Usted cree en el Dios occidental, el Dios de la tradición judeo-cristiana?”.

Todavía tratando de hacer tiempo, Asimov respondió: “No he pensado mucho en el tema”.
El feble intento de escape irritó al conductor del programa. “No le creo, doctor Asimov. Seguramente un hombre con su diversidad de intereses intelectuales y una curiosidad tan amplia habrá intentado alguna vez encontrar a Dios”.
Las últimas palabras de Frost iluminaron repentinamente al científico, quien sonrió a todo lo ancho. “Dios es mucho más inteligente que yo – dejemos que sea él quien me encuentre”, sentenció, mientras el público en el estudio desataba su risa y Frost se daba por vencido.
Al día siguiente, Asimov se despertó de madrugada con el agudo dolor de un cálculo renal. Pasó 9 horas en tormento antes de ir al hospital, momento en que -haciendo otra vez gala de su humor- aseveró: “Muy bien, Dios, ¡ya me encontraste! ¡Ahora déjame ir!”.
2. El valor del aprendizaje
Isaac Asimov siempre tuvo una relación especial con su padre, un comerciante ruso de ascendencia judía quien, pese a no conocer una sola palabra de inglés, se atrevió a cruzar el océano para dar una mejor vida a su familia. Desde pequeño, Judah no dejó de alentar a su hijo en el aprendizaje.
Muchos años después, cuando Asimov ya era un escritor de prestigio, su padre le manifestó su asombro por uno de sus libros.
- “¿Cómo aprendiste todo esto, Isaac?”, le preguntó.
“De ti, Papá”, fue la respuesta del escritor.
- “¿De mí?… Pero si yo no sé nada de esto”, le replicó Judah intrigado.
- “No tenías por qué saberlo, Papá. Tu valorabas el aprendizaje y me enseñaste a valorarlo también. Una vez que aprendí eso, el resto vino por sí solo”, fue su emotiva explicación.

3. El mejor pago
Desde su infancia hasta entrada la adolescencia, el joven Isaac debió ayudar en la pequeña tienda de dulces de sus padres en Nueva York, a fin de colaborar con la economía familiar. Sin embargo, hacia 1940 ya había mejorado en el arte de escribir historias de ciencia ficción y un día recibió su primer cheque de la revista Astounding por sus publicaciones.
Durante la misma jornada, tuvo que quedarse a cargo de la tienda, lo cual muchas veces realizaba de forma automática, distraído en hilar sus nuevos relatos. Un cliente se sintió ofendido por la aparente falta de interés de Asimov y lo reprendió.
“Mi hijo ganó 50 dólares trabajando duro la semana pasada. ¿Qué haces tú para ganarte la vida fuera de estar aquí parado?”, le espetó.
“Soy escritor… y hoy me dieron esto por una de mis historias”, replicó Asimov, sosteniendo el cheque para que lo viera.
Para el naciente escritor, aquel fue un momento muy satisfactorio y le dio brios renovados para seguir cultivando su arte.
4. Adiós a la bomba nuclear
Durante sus últimos días de servicio en la Armada de Estados Unidos, Asimov había sido incorporado al proyecto Crossroads, lo cual le entusiasmaba mucho pues le permitiría participar en terreno desde el atolón de Bikini de dos ensayos nucleares.
Faltaban sólo 3 días para partir cuando -casualmente- un Coronel le preguntó si con su pasado científico aún no había elevado una solicitud para ser dado de baja del servicio activo.
- “Sí, señor. El 11 de febrero solicité mi baja para realizar investigación según la orden 363″, respondió Asimov.
- “Bien, es una lástima. Debido a las políticas de Crossroads, no podemos llevar a nadie que haya solicitado su baja. Tendré que retirarlo del proyecto”, fue la sentencia del militar.

Lo fortuito de la situación desalentó mucho al escritor, pero acabó por tomarlo con filosofía. “Sí, nunca pude ver una explosión nuclear de cerca; pero también significa que, quizá, gracias a eso no morí de leucemia a una edad relativamente joven”, reflexiona en su biografía.
Pruebas en el atolón de Bikini | US State Department
PRUEBAS EN EL ATOLÓN DE BIKINI | US STATE DEPARTMENT
5. Libros para jóvenes
Entre su obra, Asimov dedicó a los jóvenes gran parte de sus libros, tanto de ficción como de divulgación científica. Y aunque al principio algunos editores se esforzaron por darle sugerencias incómodas sobre cómo escribir para ellos, el escritor acabó por desecharlas y encontrar su propia metodología.
“No es muy difícil escribir para adolescentes cuando evitas pensar en ellos como si fueran niños. No simplifico mi vocabulario, aunque suelo incluir la pronunciación de los términos técnicos sólo para reducir el terror que inspiran visualmente. Evito las frases muy largas o complejas, así como las alusiones oscuras. Un adolescente no tiene menos inteligencia ni razonamiento, sino sólo menos experiencia“, era la reflexión del bioquímico.
6. El optimismo de Asimov
Mientras que Arthur C. Clarke es considerado uno de los pesimistas sobre el avance tecnológico, Asimov siempre destacó por su optimismo sobre el futuro y la capacidad del ser humano para acabar eligiendo el camino correcto, pese a sus errores.
Me parece importante creer que la gente es buena, incluso si tiende a la maldad. Esto porque tu propia satisfacción y alegría en la vida aumenta bajo esa visión, y el placer de creerlo sobrepasa las desilusiones ocasionales. Ser pesimista respecto de la gente también funciona en el sentido inverso y te hace incapaz de disfrutar las cosas buenas”, reflexionaba en una de sus cartas.
7. Sus raíces judías
Aún cuando Isaac Asimov era humanista y, por ende, ateo, no renegaba de su ascendencia judía. En cierta ocasión, un joven a quien no conocía consiguió su teléfono y le llamó para preguntarle por qué había dado una conferencia durante Rosh Hashaná, el año nuevo espiritual judío cuyos practicantes deben observar en instrospección.
Isaac Asimov
ISAAC ASIMOV
Asimov le explicó amablemente al joven que no sabía que ese día era Rosh Hashaná pero que, aún de haberlo sabido, habría dado de todas formas la charla pues no era un judío practicante.
La respuesta molestó a su interlocutor, quien identificándose como judío, reprendió a Asimov por no cumplir sus “obligaciones” espirituales y acabó por acusarlo de ocultar su vínculo familiar con el judaísmo.
Aquello irritó de sobremanera al escritor, pero prefirió devolver la estocada de otra manera. “Señor, usted tiene una ventaja sobre mí ya que sabe mi nombre, pero yo no sé con quién estoy hablando. ¿Me podría decir cómo se llama?“, preguntó Asimov.
“Mi nombre es Jackson Davenport”, replicó (Asimov explica que no es el nombre que le dio, pero sonaba igualmente anglosajón).
“¿En verdad? Pues como usted sabe, mi nombre es Isaac Asimov, y si en verdad tratara de ocultar mis raíces judías, lo primero que haría sería cambiarlo a algo como Jackson Davenport”.
El joven le cortó el teléfono.
8. Feminismo incomprendido
Aún cuando sus primeras novelas prácticamente carecían de personajes femeninos, Asimov siempre se consideró un adelantado feminista, urgiendo a sus colegas científicos a dar espacio a las mujeres.
Durante un seminario sobre creatividad en la Universidad de Nueva York en 1963, uno de los asistentes leyó un ensayo sobre la creatividad en el trabajo científico. Varios de sus enunciados comenzaban con frases como “El científico espera que su esposa sea…” o “El científico debe elegir una esposa que…”.
Incómodo por el sexismo de las citas, Asimov interrumpió la lectura y afirmó en voz alta: “Ese científico también podría elegir un esposo, ¿no les parece?”.
La mesa de trabajo quedó en completo silencio, pensando que el escritor estaba haciendo una apología a la homosexualidad. Aún más molesto por no ser comprendido, les gritó: “Demonios, el científico podría ser una mujer, ¿o no?”.
“Todos respiraron aliviados. Lo que me sorprendió e irritó al mismo tiempo, es que dos de las científicas sentadas en nuestra mesa eran mujeres y estaban tan impactadas como los hombres por la posibilidad de que alguien de nuestra profesión eligiera un esposo”, narra Asimov.
9. La Fundación: de trilogía a saga
Cuando Asimov presentó en 1982 “Los límites de la Fundación“, la continuación de su célebre saga de ciencia ficción, su editor Hugh O’Neill le mostró la cubierta que habían diseñado para el libro, la cual hizo reír a carcajadas al escritor.
¿El problema? Nadie se había percatado de que en la cubierta se presentaba al libro como el “cuarto de la trilogía de la Fundación”.
Asimov pidió que la dejaran así dado que seguramente provocaría comentarios y mejoraría la promoción del libro, pero la editorial prefirió cambiarla y hablar en adelante de la “Saga de la Fundación”.
10. ¿Es usted Dios?
Si bien Asimov no creía en Dios, esto no reducía su fascinación por la teología y las historias bíblicas. Por esto, entrado ya en años, no perdió la oportunidad de visitar junto a un amigo una colección de biblias antiguas exhibidas en la Universidad de Brandeis, en Boston.
Se detuvieron en una biblia española publicada antes de la expulsión de los judíos de España, abierta en el capítulo 7 de Isaías. La página estaba escrita en español, a excepción de una sola palabra en hebreo que destacaba sobre el resto.
-”¿Por qué habrán dejado una palabra en hebreo?”, preguntó su amigo.
Asimov, quien era un estudioso de las sagradas escrituras, se apresuró en responder. “Es el verso en que, en la versión de la biblia del Rey Jacobo, dice ‘He aquí, que una virgen concebirá y dará a luz un hijo’. El problema es que la palabra en hebreo es almah, que no significa virgen sino joven mujer. Si los editores del libro hubieran traducido la palabra, habrían estado negando la divinidad de Jesús y se habrían metido en serios problemas con la Inquisición. Así que en vez de correr riesgos o de traducir incorrectamente la palabra, prefirieron dejarla como estaba en hebreo”.
Dado que Asimov solía hablar normalmente en voz alta, un guardia de seguridad escuchó la explicación y se acercó con curiosidad a ambos hombres. Orgulloso de su compañía, el amigo de Asimov le preguntó al guardia si sabía quién era él.
A lo que el guardia replicó: “¿Dios?”.
Ambos estallaron en risas.
La causa de su muerte: el mayor secreto de Asimov
Desde su muerte en 1992 y hasta que su viuda Janet decidió hacerlo público en 2001, sólo el círculo más íntimo de Isaac Asimov supo que el escritor había fallecido por los efectos del SIDA, tras contraer el virus del VIH por una transfusión sanguínea durante la implantación de un marcapasos en su corazón hacia 1983.
Aunque ni el escritor ni su familia tenían la intención de ocultarlo, los médicos les convencieron de lo contrario debido a la fuerte discriminación que los enfermos de SIDA sufrían en una década en que este mal era muy poco conocido.
“En aquellos días, había gente con educación que no quería tocar a un paciente con SIDA. Muchos ni siquiera querían estar en la misma habitación que una persona con SIDA, o usar un teléfono que hubieran tocado, pese a que ninguna de estas acciones provoca el contagio”, escribió su esposa Janet en el epílogo de su biografía.
Sin que para entonces existieran remedios paliativos, la salud de Asimov se deterioró rápidamente, aunque intentó seguir escribiendo hasta el final de sus días, incluso dictando sus textos.
Tras una penosa agonía, el científico y escritor falleció en el hospital, con sus manos sosteniendo las de su esposa y de su hija. Sus últimas palabras fueron “Yo también las amo”.
Los suaves lazos del amor son indiferentes a la vida y a la muerte. Se mantienen a través del tiempo de forma que el amor del pasado es parte del amor del presente, y que la confianza en el amor futuro es también parte del presente. Cuando uno muere, su recuerdo vive en el otro, quien lo mantiene vivo y respirando. Y me gusta creer -racionalista como soy- que cuando ambos mueren algo de ello permanece, indestructible y eterno, enriqueciendo todo el universo por el sólo hecho de haber existido“, fue una de sus últimas reflexiones.
Este artículo fue publicado primero en BioBioChile
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