Como si de una pequeña caja de Pandora se tratara, la casa se esconde en el paisaje existente, esperando cerrada hasta la llegada de fin de semana de sus moradores. En ese momento, se desvelan todos sus secretos, abriéndose el paisaje al interior de la vivienda.
Una caja de piedra y teja apoyada sobre otra de madera que, a su vez, se abre para dejar aparecer el vidrio, permite dialogar perfectamente la sensación de protección y refugio necesarios con las vistas y la luz del maravilloso paisaje que la rodea. Una pequeña caja de madera y vidrio en planta primera delata el misterio entre cerrado y abierto, como observador permanente del valle.
A interior, un espacio diáfano en planta baja servirá de salón – comedor – cocina y en planta primera los dormitorios y baños. Un presupuesto ajustado será suficiente para que los oficios de la zona sepan desarrollar su profesión como siempre lo hicieron.
Los materiales se hacen fundamentales en la casa, dejando a exterior todos aquellos que envejecen con el tiempo… la piedra caliza de la zona para sus fachadas, aislándola, protegiéndola… la teja cóncava como sólo los de la allí saben hacer… la madera de pino de Valsaín para las contraventanas correderas… el hierro lijado y oxidado como remate, como junta, como estructura… y el vidrio de grandes dimensiones para disfrutar del frío exterior desde el calor interior y para llenar la casa de luz como si de un material más se tratara.
A interior suelo de estuco gris servirá para toda la casa, calentado mediante un suelo radiante que al pisarlo nos sorprende por estar caliente en invierno y frío en verano… el resto, sencillamente blanco. Como último material y, sin duda el más importante, la vegetación que la rodea, la del pequeño jardín con su ciprés que la custodia y que los propietarios cuidan… y que, poco a poco, hacen que nuestra huella vaya desapareciendo como si la casa siempre hubiese estado allí.
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