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La propuesta crea una especie de colina artificial que se ve cortada por unos planos angulosos que la compartimentan y que permiten “excavar” en su interior los diferentes usos del centro. De ese modo, la colina forma la cubierta y ésta queda, a su vez, como un parque para la ciudad, desvaneciéndose la frontera que separa el edificio del espacio público.

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El centro propiamente tal es una construcción de 9.000 m2 que albergará zonas docentes como aulas y talleres, una biblioteca, una ludoteca, espacios audiovisuales, un auditorio, un área administrativa y una zona de restauración, además de sus instalaciones, servicios y estacionamientos.

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Según describe el propio estudio de Joaquín Torres: “El proyecto [...] plantea el centro como una operación paisajística desdibujando los límites entre arquitectura y espacio libre. El plano horizontal de la parcela se pliega produciendo una nueva orografía marcada por fisuras que serán los espacios de acceso al centro y espacios exteriores de las áreas docentes. La geometría resultante busca la orientación norte-sur para el programa interior. La envolvente (paredes y cubierta) triangulada se especializa y diversifica adoptando soluciones distintas según orientación y condiciones de uso. La idea es que se pueda recorrer la “cubierta” como un parque donde convivan áreas verdes (vegetación autóctona y huertas) con áreas destinadas a paneles solares, fotovoltaicos y otros sistemas de energías limpias y ahorro energético”.
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